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La violencia y el decir poético
Posted By: Peregrina Libros | Posted On:

Daniel Clavijo
Como lo han reconocido diversas voces, frente a la dificultad de definir claramente o conceptualizar la noción de violencia, tal vez una aproximación más asequible sea su caracterización; de ahí que sea común esa especie de asignación de «apellidos» para acompañar el término: «violencia política, social, de género, etcétera» (Elsa Blair Trujillo).
Dentro de estas caracterizaciones o intentos de clasificación, una de las más difundidas –y que ofrece algunas luces para atender con mayor densidad a lo que ocurre hoy– es la del triángulo de la violencia del sociólogo noruego Johan Galtung. En su tipología, Galtung habla de tres tipos de violencia: una directa, una estructural y una cultural. La primera tiene que ver con aquella violencia que vemos, con la violencia física, verbal o psicológica. La segunda, la violencia estructural, está relacionada con la dominación de carácter económico, con la desigualdad social. Por último, la violencia cultural está vinculada con la esfera simbólica –ideología, religión, lenguaje–, aquella que, de una u otra manera, legitima las otras dos formas de violencia.
Con respecto a esta última, para situar un ejemplo de la historia colombiana, cabe pensar en la denominación de «la Violencia» –con mayúsculas– que se ha empleado para designar el enfrentamiento bipartidista –entre liberales y conservadores– que tuvo lugar entre las décadas de los años cuarenta y sesenta del siglo xx. De acuerdo con algunos estudiosos, se trata de un término que ha cumplido una función ideológica particular: «la de ocultar el contenido social o los efectos de clase de la crisis política» (Gonzalo Sánchez), al dirigir la atención, casi de manera exclusiva, al fenómeno de violencia física.
Si bien desde Homero la palabra poética se ha ocupado de la representación de la violencia directa y de la denuncia de la injusticia, tal vez sea en la esfera de lo simbólico, de la violencia cultural, donde esta –la poesía– despliegue su cuestionamiento más profundo, al poner su atención sobre el lenguaje. Y es que, más allá del estruendo en el campo de batalla y de las heridas en los cuerpos, la violencia continúa posicionándose en el ámbito de la imposición de los sentidos.
En momentos en que estamos siendo prácticamente consumidos por narrativas únicas o simplificadoras, las posibilidades de un lenguaje ambiguo, contradictorio en ocasiones, capaz de albergar simultáneamente múltiples sentidos, aparecen, si no para salvarnos, al menos para proponernos una actitud reflexiva y crítica, para subvertir los discursos instalados, aquellos con los que no solo se han nombrado tradicionalmente las violencias en el país sino que, en sí mismos, se han constituido como violencia. Y aparece –este decir poético–, también, para dar espacio a la duda, a la pregunta, para quebrar la certeza y situar la escucha. Se trata de un lenguaje que evidencia las grietas y los vacíos de lo culturalmente establecido; un lenguaje, por demás, que tanto en su propia disposición tipográfica como en su densidad semántica nos invita a una pausa, a un silencio: un silencio que, lejos de ser cómplice, nos convoca al concernimiento y al acompañamiento frente al otro, y a la resistencia frente al ruido de la sobreabundancia informativa.
Quizá diría
Piedad Bonnett (Amalfi, 1951)
Si ese hombre con sus pústulas dijera,
pudiera decir yo,
quizá hablaría de una mujer llorando sobre un río de ropas,
de alguien que dice ¡apúrate! y madruga,
o de cómo sangraba la gallina
allá patasarriba
–pobrecita–,
de una moneda
bajo la lengua,
sí,
y de la zurriaga,
de su chasquido de agua en las espaldas.
Quizá diría
la verdad que le falta a este poema.
Pero ahora llueve,
sobre su frente, en sus zapatos, llueve,
caen las gruesas gotas formando charcos pardos,
o quizá
el sol hinche sus labios
y escupa y sangre y tiemble y nos maldiga
mientras yo escribo aquí bajo mi lámpara
sin frío ni calor
y ese hombre con sus pústulas
desde su orilla de papel burlón
alza su mano sucia y me hace un gesto obsceno.
***
Nuestros muertos
William Ospina (Herveo, 1954)
No están en parte alguna,
ya son hierba y estrellas,
pero su sombra enturbia las palabras…
y sólo a veces pasan por la mente,
vagan por nuestras almas, reclamando
lo que nunca les dimos.
***
Gramática de la otredad
Ashanti Dinah Orozco (Barranquilla, 1980)
En la sintaxis de la excepción, sin brújula
¿Cómo pronuncias en lengua Zulu la palabra “nación” y la palabra “frontera”?
¿Forman fonemas yuxtapuestos en el exilio?
¿Se utilizará el vocablo “tribu” como semántica de auto-identificación?
Y en pretérito perfecto del indicativo en lengua wolof
¿Cómo expresas en pasado el enunciado: “he sido víctima de abandono estatal”?
¿Habrá concordancia del sujeto con la acción del predicado?
¿Tendrá alguna puntuación gravitacional de días, horas, milenios? ¿Se usan las comillas?
¿Cómo se conjugan en bereber los verbos en futuro que connoten la esperanza de la utopía?
¿Qué urna de adjetivos le encajan a la palabra “ensoñación”?
¿Es una palabra impúdica o prohibida en esa lengua?
¿Y “volver a empezar” es una perífrasis verbal,
en la que el primer verbo pierde el significado en pos del segundo?
Si quiero decir en soninké con signo admirado y exclamativo, por ejemplo:
“¡Yo soy descendiente de cimarronas africanas!”
¿Se organiza la frase sintácticamente en este orden?
¿La oración lleva alguna interjección de asombro?
¿Y el prefijo “afro” cuenta con sus propios morfemas derivativos?
¿Existirá un sustantivo indócil para designar el femenino “cimarrona”?
¿Funciona como plural o singular según el batir de los remos?
¿Cómo pronuncias en la fonética tonal yoruba la palabra “diáspora”?
¿Cuántos acentos prosódicos tiene?
¿Hay que abrir o juntar los pliegues de los labios para balbucearla? ¿Duelen?
¿Existirá la palabra “esclavo” para designar personas, animales o cosas?
¿Qué pronombres usas en swahili
para el [que espera a la otra orilla del mar y para el que jamás regresa]?
Y si te tienes que despedir para siempre ¿es el diptongo “adiós” una palabra tónica o átona?
¿Cuántos puntos suspensivos lleva?
Cuando señalas [hacia allá, en dirección a la Matria, al África uterina]
¿Qué adverbio escoges en bereber?
¿Se acompañará de algunas preposiciones que precisen aspectos de espacio, tiempo y modo
como desde, durante, entre, hacia, hasta, para, por, según?
Y cuando describes en lengua bantú el sudor de la historia
debajo de la alfombra de la piel negra y desnuda, ¿lo haces sin enmiendas ni ediciones ortográficas?
¿Lo sabes hermana y hermano malungo? ¿Lo sabes?
¿Sabes cómo se traduce la palabra “Libertad”?
***
La patria
Maria Mercedes Carranza (Bogotá, 1945-2003)
Esta casa de espesas paredes coloniales
y un patio de azaleas muy decimonónico
hace varios siglos que se viene abajo.
Como si nada las personas van y vienen
por las habitaciones en ruina,
hacen el amor, bailan, escriben cartas.
A menudo silban balas o es tal vez el viento
que silba a través del techo desfondado.
En esta casa los vivos duermen con los muertos,
imitan sus costumbres, repiten sus gestos
y cuando cantan, cantan sus fracasos.
Todo es ruina en esta casa,
están en ruina el abrazo y la música,
el destino, cada mañana, la risa son ruina,
las lágrimas, el silencio, los sueños.
Las ventanas muestran paisajes destruidos,
carne y ceniza se confunden en las caras,
en las bocas las palabras se revuelven con miedo.
En esta casa todos estamos enterrados vivos.
***
Hay gentes que llegan pisando duro
José Manuel Arango (Carmen de Viboral, 1937 – Medellín, 2002)
Hay gentes que llegan pisando duro
que gritan y ordenan
que se sienten en este mundo como en su casa
Gentes que todo lo consideran suyo
que quiebran y arrancan
que ni siquiera agradecen el aire
Y no les duele un hueso no dudan
ni sienten un temor van erguidos
y hasta se tutean con la muerte
Yo no sé francamente cómo hacen
cómo no entienden
***
¿Qué esperas?
Hermilda Chavarría Londoño (San Andrés de Cuerquia, Antioquia)
Mientras huye la paz, muere la tierra,
contaminan los mares y el plantío,
se debate la vida en loco hastío
y el malvado tan sólo sueña en guerra.
El avaro que guarda, no se aterra del que muere sin pan o por el frío,
sólo importa su afán de poderío y la puerta al hermano siempre cierra.
¡Se deshielan los polos, qué tormento!...
La hecatombe muy pronto llegará y el planeta profiere su lamento.
¡Despertemos! Pues todo acabará
y en tus manos se encuentra el linimento
que del mundo, los odios sanará.
- Etiquetas : Ashanti Dinah Orozco, Colombia, Piedad Bonnet, Poesía de la violencia